Hoy quiero prestar mi atención en otras dos partes muy importantes que tienen que estar coordinadas y a la vez interrelacionadas para que todo este controlado y el resultado sea positivo. En primer lugar, me voy a referir a la selección del alumnado para las distintas formaciones. Y en segundo lugar, hablaré del profesorado.
Normalmente, las formaciones que más afluencia de personas interesadas en realizarlas suelen ser las que son gratuitas o subvencionadas que no suponen coste alguno para los alumnos seleccionados finalmente para cursarlos. La calidad de la formación a veces no tiene porque ir en relación al coste que tenga; más coste no supone que sea mejor la misma.
A la hora de seleccionar a los alumnos, hay que plantearse primeramente qué nivel se busca en los asistentes, para poder seleccionar adecuadamente la temática a impartir. No será lo mismo preparar un curso de iniciación a la logística, que un curso de maximización del espacio en estanterías, por decir algo. Ante todo habrá que buscar la homogeneidad del grupo, permitiendo que todos los alumnos partan del mismo nivel (inicial o avanzado) para evitar descompensaciones que dificultan el avance del curso y de determinados alumnos. Si en el segundo curso que hemos mencionado antes, permitimos la entrada a alumnos que no sepan de qué va la logística, frenarán el ritmo de aprendizaje del resto, poniendo en peligro la continuidad de la clase por bajas. El tener un grupo heterogéneo en cuanto a conocimientos es lo peor que puede pasar.
Las titulaciones de cada candidato han de tenerse en cuenta, porque determinados estudios que tengan relación con la temática de la formación hará que esos alumnos tengan mayores conocimientos que los que no hayan cursado esos estudios. Si es factible, estos problemas se pueden solucionar haciendo varios grupos para que cada uno lleve su ritmo adecuado.
El formador tiene que llegar a los objetivos marcados en función del tiempo con el que se cuenta. Esto supondrá que habrá momentos, que aquellos alumnos rezagados, se “pierdan” y les creará cierto descontento.
Así, recomiendo que los propios formadores participen en la selección de los candidatos, valorando las pruebas selectivas que evitarán este tipo de descompensaciones.
Pero no siempre ocurre. Si un formador se encuentra con este tipo de situación debería de planteárselo al centro organizador y decirle que así es imposible llegar a los objetivos marcados y que se debería replantear dicha formación para evitar decepciones de los alumnos que tienen puestas determinadas expectativas en la misma. También es cierto, que muchos centros ven las formaciones como una forma de obtener subvenciones y obligan a los formadores a realizar los cursos, incluso falseando datos.
En cuanto al profesorado encargado de impartir las mismas es fundamental que tenga los objetivos claros para que los alumnos puedan aprender y tengan interés en esa materia.
Por eso, los centros organizadores tienen que ser muy exigentes y selectivos a la hora de elegir a quienes van a impartir esos cursos. No vale cualquiera. El temario suele estar ya preparado y a veces se piensa que cualquiera puede contarlo. En más de una ocasión, cuando algún alumno pregunta algo fuera del temario previsto aunque relacionado, el profesor, si no domina la materia, suele tener problemas para resolver la duda al alumno. No es aceptable que estos dejen en evidencia en cuanto a conocimientos al profesorado porque los alumnos van para aprender y no para pasar el tiempo.
Pero no termina todo con el conocimiento de la materia. Puede ser un experto, pero puede tener problemas para transmitirlo de forma entendible, adecuándolo a las necesidades y registros de los diferentes grupos de alumnos. Si el formador no sabe transmitirlo de una forma comprensible de nada va a servir que sepa mucho.
Es más, a pesar de saberlo transmitir lo tiene que hacer de una forma dinámica que consiga llamar el interés del alumnado mediante distintas tácticas. Debe alternar teoría y práctica, enfocando más la perspectiva de enseñanza hacia esta última y haciendo que ellos vean la utilidad que va a tener luego en sus vidas diarias el conocer esas materias.
El formador tiene que saberse adaptar al grupo de alumnos para que todos lleguen al nivel esperado. Así que debe amoldar su discurso a los mismos e ir variando su estrategia en función de los resultados obtenidos. No será válido usar un método único para todos los grupos.
Debe de distribuir bien las materias en el tiempo previsto para que el ritmo marcado sea adecuado. No es recomendable ir ni muy lento porque los alumnos se aburrirán, ni muy rápido porque estos se perderán y no captarán las ideas necesarias para poder avanzar.
También el formador debe controlar la situación y saber manejar a la globalidad del grupo para evitar revoluciones internas. Así que tiene que estar preparado para todo tipo de alumnos, de actitudes y comportamientos diversos ya que cada uno se debe tratar de una forma diferente.
Un buen formador a parte de saber transmitir eficazmente los conocimientos, tiene que tener mucha capacidad de escucha para comprender lo que le preguntan los alumnos y poderles dar una respuesta adecuada a lo que ellos preguntan. Hay veces que las preguntas no son claras, pues ellos mismos no saben ordenar las ideas. Así que el formador tendrá que saber interpretar y estar por delante de sus alumnos para darles más de lo que esperan.
Un buen formador tiene que saber reconocer los errores que pueda cometer. Hay momentos, en los que una pregunta hace dudar o simplemente, no se puede resolver en el acto. Siempre va a ser preferible, antes de dar una respuesta incorrecta, consultarlo y dar la respuesta en la siguiente sesión.
Algo que no tiene que faltarle a un buen formador es tener sentido del humor. Esto le permitirá hacer más amenas sus formaciones. Tampoco nos pasemos. Un formador no es un payaso. La clave eficaz reside en saber hacer interesantes hasta las materias que, a priori, parecen “un tostón” y esto no es tanto parte de la materia sino del formador.
Hoy en día, cualquiera se hace llamar formador y nos encontramos con muchas personas que son más bien todo lo contrario; yo les denomino “desformadores” porque producen el efecto contrario en los alumnos al que debería de ser. Hacen que muchos alumnos aborrezcan una materia o que pierdan su interés en la misma porque no lo plantearon bien o carecían de lo necesario para hacerlo.
Hay formadores que piensan que dar una formación consiste en contar su lección o materia en el plazo fijado y punto sin importar lo demás. Lógicamente hay que tener espíritu crítico y saber sacar vuestras propias conclusiones sobre vuestro papel principal en las formaciones. Así que si la gran mayoría de vuestros alumnos abandonan la formación o acaban muy descontentos debéis plantearos la siguiente pregunta ¿habréis tenido algo que ver con ello? Hay que responder de una forma objetiva, porque aunque las evaluaciones que hayan hecho los alumnos sean muy buenas, quizás no reflejen la realidad porque para ellos, eso es un mero trámite. Lo verdaderamente importante es lo que transmiten los alumnos a su círculo más cercano.
Quizás el problema esté en que realmente no os guste enseñar y que no pongáis el interés y la pasión necesaria que se requiere. En vosotros recae un papel muy importante porque debéis hacer que determinadas materias sean de interés para los alumnos.
Por supuesto, los alumnos de cualquier formación en caso de no quedar contentos tenéis que hacerlo saber para evitar que otros sufran vuestras decepciones con esas formaciones que podrían mejorar mucho.
Pero no siempre ocurre. Si un formador se encuentra con este tipo de situación debería de planteárselo al centro organizador y decirle que así es imposible llegar a los objetivos marcados y que se debería replantear dicha formación para evitar decepciones de los alumnos que tienen puestas determinadas expectativas en la misma. También es cierto, que muchos centros ven las formaciones como una forma de obtener subvenciones y obligan a los formadores a realizar los cursos, incluso falseando datos.
En cuanto al profesorado encargado de impartir las mismas es fundamental que tenga los objetivos claros para que los alumnos puedan aprender y tengan interés en esa materia.
Por eso, los centros organizadores tienen que ser muy exigentes y selectivos a la hora de elegir a quienes van a impartir esos cursos. No vale cualquiera. El temario suele estar ya preparado y a veces se piensa que cualquiera puede contarlo. En más de una ocasión, cuando algún alumno pregunta algo fuera del temario previsto aunque relacionado, el profesor, si no domina la materia, suele tener problemas para resolver la duda al alumno. No es aceptable que estos dejen en evidencia en cuanto a conocimientos al profesorado porque los alumnos van para aprender y no para pasar el tiempo.
Pero no termina todo con el conocimiento de la materia. Puede ser un experto, pero puede tener problemas para transmitirlo de forma entendible, adecuándolo a las necesidades y registros de los diferentes grupos de alumnos. Si el formador no sabe transmitirlo de una forma comprensible de nada va a servir que sepa mucho.
Es más, a pesar de saberlo transmitir lo tiene que hacer de una forma dinámica que consiga llamar el interés del alumnado mediante distintas tácticas. Debe alternar teoría y práctica, enfocando más la perspectiva de enseñanza hacia esta última y haciendo que ellos vean la utilidad que va a tener luego en sus vidas diarias el conocer esas materias.
El formador tiene que saberse adaptar al grupo de alumnos para que todos lleguen al nivel esperado. Así que debe amoldar su discurso a los mismos e ir variando su estrategia en función de los resultados obtenidos. No será válido usar un método único para todos los grupos.
Debe de distribuir bien las materias en el tiempo previsto para que el ritmo marcado sea adecuado. No es recomendable ir ni muy lento porque los alumnos se aburrirán, ni muy rápido porque estos se perderán y no captarán las ideas necesarias para poder avanzar.
También el formador debe controlar la situación y saber manejar a la globalidad del grupo para evitar revoluciones internas. Así que tiene que estar preparado para todo tipo de alumnos, de actitudes y comportamientos diversos ya que cada uno se debe tratar de una forma diferente.
Un buen formador a parte de saber transmitir eficazmente los conocimientos, tiene que tener mucha capacidad de escucha para comprender lo que le preguntan los alumnos y poderles dar una respuesta adecuada a lo que ellos preguntan. Hay veces que las preguntas no son claras, pues ellos mismos no saben ordenar las ideas. Así que el formador tendrá que saber interpretar y estar por delante de sus alumnos para darles más de lo que esperan.
Un buen formador tiene que saber reconocer los errores que pueda cometer. Hay momentos, en los que una pregunta hace dudar o simplemente, no se puede resolver en el acto. Siempre va a ser preferible, antes de dar una respuesta incorrecta, consultarlo y dar la respuesta en la siguiente sesión.
Algo que no tiene que faltarle a un buen formador es tener sentido del humor. Esto le permitirá hacer más amenas sus formaciones. Tampoco nos pasemos. Un formador no es un payaso. La clave eficaz reside en saber hacer interesantes hasta las materias que, a priori, parecen “un tostón” y esto no es tanto parte de la materia sino del formador.
Hoy en día, cualquiera se hace llamar formador y nos encontramos con muchas personas que son más bien todo lo contrario; yo les denomino “desformadores” porque producen el efecto contrario en los alumnos al que debería de ser. Hacen que muchos alumnos aborrezcan una materia o que pierdan su interés en la misma porque no lo plantearon bien o carecían de lo necesario para hacerlo.
Hay formadores que piensan que dar una formación consiste en contar su lección o materia en el plazo fijado y punto sin importar lo demás. Lógicamente hay que tener espíritu crítico y saber sacar vuestras propias conclusiones sobre vuestro papel principal en las formaciones. Así que si la gran mayoría de vuestros alumnos abandonan la formación o acaban muy descontentos debéis plantearos la siguiente pregunta ¿habréis tenido algo que ver con ello? Hay que responder de una forma objetiva, porque aunque las evaluaciones que hayan hecho los alumnos sean muy buenas, quizás no reflejen la realidad porque para ellos, eso es un mero trámite. Lo verdaderamente importante es lo que transmiten los alumnos a su círculo más cercano.
Quizás el problema esté en que realmente no os guste enseñar y que no pongáis el interés y la pasión necesaria que se requiere. En vosotros recae un papel muy importante porque debéis hacer que determinadas materias sean de interés para los alumnos.
Por supuesto, los alumnos de cualquier formación en caso de no quedar contentos tenéis que hacerlo saber para evitar que otros sufran vuestras decepciones con esas formaciones que podrían mejorar mucho.
6 comentarios:
Creo que la realidad va mucho más allá de los expuesto aquí. No sólo se deben considerar las variables superficiales y entendidas por todos, ni sería justo hablar únicamente de lo que reflejan. Pues no se trata sólo de saber y escoger a alumnos y formadores, tambíén hay que entender que hay toda una estructura detrás que presiona y empuja en varias drecciones y que nadie puede controlar, pues sus fuentes vienen dadas desde otros sectores no implicados en la formación en si. Creo que para poder entender esto hay que hacer un análisis profundo, tanto a la empresas y sus empleados, como a los fomadores de forma individual y revisar entonces las condiciones necesarias para que puedan acoplarse de la manera más conveniente. No creo que sea cuestión de seleccionar sino más bien de conceptualizar lo que es realmente la "formación" como ente fundamental para la creación de talento...
SM
Buenas amigo.
En cuanto al artículo me ha gustado y yo me meteria más a fondo en la formación porque tengo bastante experiencia.
En mi caso particular, cuando he sido subcontrado por un centro para dar un curso (y he dado bastantes), sólo les preocupa obtener el dinero de la subvención, y eso es muy triste. Realmente les da igual lo que les des. Sóo te piden que sea ameno. Yo tengo que hacerles en temario y la unica preocupación es por si algún día venía la inspección y se da cuenta de que la mitad de los alumnos nunca viene.
Acabé dejando de dar este tipo de formació porque a parte de dar remuneraciones miserables, ni me motivaba a mi ni al alumno. Hoy a hecho en falta, porque en esta época de crisis la busqueda de tranajo como formador se está complicando, pero eso no quiere decir que sea buena.
De las dos partes, empresa organizadora y formador, la parte peor siempre es la de la empresa formadora. El formador siempre hace mil esfuerzos en quedar lo mejor posible, porque sabe que vive de esto. Cuando algo no funicona en el curso, la mayor parte de las veces se debe a la empresa organizadora (mala selección de alumnos, inclusión de alumnos demasiado heterogéneos,...).
Saludos
Hola SM,
Efectivamente este sólo es el principio del debate. Como bien dices detrás de todo esto hay un montón de factores relacionados indirectamente y que influyen de lleno en las formaciones en sentido amplio.
No podemos responsabilizar de todo a los formadores y a los centros formadores porque no seria justo sin olvidad que tienen parte de culpa como reflejo en el post.
Hoy en día hay que replantearse el amplio concepto de formación y para lo que sirve porque se ha perdido la esencia de lo que se tiene que conseguir con ello. La formación tiene que significar el desarrollo potencial del talento de las personas que necesitan y quieren aprender sobre determinada área.
Ahora mismo cualquier cosa vale y a cualquier cosa se llama formación. Desgraciadamente a pesar de que los formadores puedan ser buenos no hacemos nada si no les acompaña la maquinaria adecuada que tiene que haber alrededor de ellos.
Las formaciones tienen que verse como algo imprescindible para la empresa y para los trabajadores y no sólo para estos últimos. Creo que se tiene que producir un cambio radical en el mundo de la formación para ir por el camino adecuado.
Saludos,
Hola José Luís,
Esto que comentas es muy cierto.
A las empresas organizadoras de la formación sólo les importa obtener la subvención y nada más. El que los alumnos aprendan o sean los adecuados para el ritmo que necesitan para aprender en cada acción formativa les es indiferente. Ellos sólo ven el total de alumnos que tiene que tener cada acción para poder conseguir el dinero y hacen lo que sea para llevárselo. Así que los formadores poco pueden hacer con este panorama porque hay grandes profesionales que quieren hacer bien su trabajo. Lo único es que los centros organizadores no les dejan opción y les hacen participar en este juego peligroso.
De todas formas la culpa de que esto pase la tienen las instituciones publicas encargadas de controlar esto que hacen la vista gorda ante este tipo de irregularidades que se ven a la legua. Lo único es que no les interesa poner orden.
Lo realmente importante es que las personas que lo necesitan se desarrollen formativamente hablando para poder tener más posibilidades de inserción o de reciclaje profesional. Sin embargo, hoy en día esto carece de interés alguno sin que nadie haga algo por ponerle remedio. Cada vez las formaciones tienen un mayor coste y una menor calidad.
Saludos,
Muchos saludos.
Queria invitarlos a participar en un blog de recursos humanos que abri hace un mes para publicar temas relacionados a la gestion humana y talento humano.
Esto en el marco de la 3ra edición del Congreso de Recursos Humanos. Estamos abiertos a intercambiar opiniones y articulos al respecto.
http://congresorh.wordpress.com
Saludos Cordiales.
Javier
Hola Javier,
Muchas gracias por pasarte por mi blog.
Me parece interesante tu propuesta y puedes contar conmigo para lo que precises.
Estamos en contacto.
Saludos,
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