Todo empieza por buscar cursos. Son varias las fuentes de cursos, algunos subvencionados externamente. Otros, se realizan a nivel interno, después de una encuesta de necesidades.
Se muestran los diferentes cursos. Los compañeros ven uno o más que les interesaría realizar. Todos tienen una fecha de comienzo, de conclusión, unas horas de asistencia presencial, algún ejercicio de evaluación…
Todos parecen aceptarlo en un principio. Son conscientes en septiembre (fecha normal en la que suelen empezar los cursos) de que llevará un cierto esfuerzo, pero tienen ganas.
Al poco tiempo del comienzo, empiezan a desaparecer sus integrantes. ¿Por qué? A veces echamos la culpa al profesor. Otras veces al método, pero en más de una ocasión, el problema radica en que los que se han apuntado al curso, no eran conscientes del esfuerzo que conlleva realizar estos cursos. Los días van acortándose. Es de noche antes, hace frío… y mejor se está en casa que no en la oficina, el centro de formación o el lugar donde se imparte la formación. Todos los participantes son conscientes de que las formaciones son necesarias para seguir avanzando.
Normalmente, son cursos que se imparten fuera del horario laboral, en esas horas en las que normalmente nos dedicamos a nuestras cosas, nuestra familia, nuestros hobbies… Sea lo que hagamos fuera del trabajo, nuestro tiempo libre se ve afectado y la balanza de si merece la pena dedicarle ese tiempo “preciado” empieza a decantarse hacia el no.
Los días van pasando y la gente se va bajando del tren. Las excusas se suceden. “Tengo que viajar”, “Tengo una reunión de padres en el colegio de mi hija”, “Tengo cita en el médico”, “Tengo un compromiso familiar”… Mil y una, que nos tenemos que creer.
Pasadas unas semanas, un curso que cumplía con los requerimientos para llevar a cabo ese curso se incumplen. La falta de personal es patente. La rentabilidad de la formación nula. ¿Qué hacemos? ¿Cancelamos la formación para todos?
Está claro que aquellos que realmente tienen interés, que se esfuerzan por llegar a mejorar a nivel profesional y ven en la formación una oportunidad para avanzar, van a ser las verdaderas víctimas. Nosotros, desde Recursos Humanos y Formación, seremos quienes tendremos que evaluar si el curso sigue o no.
En aquellos cursos subvencionados se tendrá que optar por cancelar el curso si finalmente, después de haber hablado con todos los estudiantes, se llega a la conclusión de que no puede seguir por razones de asistencia.
Si, por el contrario, el curso es interno, habrá que evaluar si se puede seguir adelante con él.
Va a haber perfiles específicos, que sabemos serán los primeros en descolgarse del curso. Aquellos que viajen regularmente, aquellos que tengan niños pequeños, serán los primeros en “desaparecer”. Nosotros, deberíamos insistir a la hora de su inscripción de los esfuerzos que serán necesarios, las horas de asistencia necesarias… Normalmente, nos aseguran que son conscientes y las aceptan, pero la fuerza se les va por la boca.
Nosotros, en caso de tener que cancelarlo, seremos las personas criticadas por los compañeros, pues ven en nosotros las personas que les han denegado la formación. No serán sus compañeros que les abandonaron, sino, los responsables de la formación.
Es precisamente este tipo de actitudes las que hacen que nos quememos. Si ven en nosotros un enemigo y no una persona que se preocupa por sus intereses, mal van las cosas.
Si además, una vez cancelado el curso, nuestro superior nos hecha la bronca por haber empezado los cursos y haberlos tenido que cancelar por falta de gente, la frustración aun es mayor.
Antes de decidir apuntarse hay que medirse las fuerzas y ser sinceros con vosotros mismos. No es cuestión de tener interés en hacer un curso porque os interese el tema o porque necesitéis saber sobre esa materia, sino que es cuestión, de estar dispuestos a sacrificaros y llevar el ritmo necesario para finalizarlo.
Así que ya veis que a veces las acciones formativas también pueden fracasar por parte de los asistentes porque no asumen con responsabilidad su papel ni valoran el esfuerzo de las personas que han dedicado tiempo a preparar las mismas. Si sois seleccionados para un curso o acción formativa y no estáis seguros de poder asistir o de llevar el ritmo, es preferible que renunciéis a la plaza y que pueda asistir otra persona que en realidad la vaya a aprovechar de veras.
Debemos ser responsables y tener claro lo que conlleva realizar formaciones en nuestro tiempo libre porque si pretendemos llevar nuestro mismo ritmo de vida sin esfuerzo es mejor desistir de hacer formaciones ahora y nunca, eso sí, luego no tenéis derecho a quejaros.
Pasadas unas semanas, un curso que cumplía con los requerimientos para llevar a cabo ese curso se incumplen. La falta de personal es patente. La rentabilidad de la formación nula. ¿Qué hacemos? ¿Cancelamos la formación para todos?
Está claro que aquellos que realmente tienen interés, que se esfuerzan por llegar a mejorar a nivel profesional y ven en la formación una oportunidad para avanzar, van a ser las verdaderas víctimas. Nosotros, desde Recursos Humanos y Formación, seremos quienes tendremos que evaluar si el curso sigue o no.
En aquellos cursos subvencionados se tendrá que optar por cancelar el curso si finalmente, después de haber hablado con todos los estudiantes, se llega a la conclusión de que no puede seguir por razones de asistencia.
Si, por el contrario, el curso es interno, habrá que evaluar si se puede seguir adelante con él.
Va a haber perfiles específicos, que sabemos serán los primeros en descolgarse del curso. Aquellos que viajen regularmente, aquellos que tengan niños pequeños, serán los primeros en “desaparecer”. Nosotros, deberíamos insistir a la hora de su inscripción de los esfuerzos que serán necesarios, las horas de asistencia necesarias… Normalmente, nos aseguran que son conscientes y las aceptan, pero la fuerza se les va por la boca.
Nosotros, en caso de tener que cancelarlo, seremos las personas criticadas por los compañeros, pues ven en nosotros las personas que les han denegado la formación. No serán sus compañeros que les abandonaron, sino, los responsables de la formación.
Es precisamente este tipo de actitudes las que hacen que nos quememos. Si ven en nosotros un enemigo y no una persona que se preocupa por sus intereses, mal van las cosas.
Si además, una vez cancelado el curso, nuestro superior nos hecha la bronca por haber empezado los cursos y haberlos tenido que cancelar por falta de gente, la frustración aun es mayor.
Antes de decidir apuntarse hay que medirse las fuerzas y ser sinceros con vosotros mismos. No es cuestión de tener interés en hacer un curso porque os interese el tema o porque necesitéis saber sobre esa materia, sino que es cuestión, de estar dispuestos a sacrificaros y llevar el ritmo necesario para finalizarlo.
Así que ya veis que a veces las acciones formativas también pueden fracasar por parte de los asistentes porque no asumen con responsabilidad su papel ni valoran el esfuerzo de las personas que han dedicado tiempo a preparar las mismas. Si sois seleccionados para un curso o acción formativa y no estáis seguros de poder asistir o de llevar el ritmo, es preferible que renunciéis a la plaza y que pueda asistir otra persona que en realidad la vaya a aprovechar de veras.
Debemos ser responsables y tener claro lo que conlleva realizar formaciones en nuestro tiempo libre porque si pretendemos llevar nuestro mismo ritmo de vida sin esfuerzo es mejor desistir de hacer formaciones ahora y nunca, eso sí, luego no tenéis derecho a quejaros.
16 comentarios:
Una entrada muy interesante, aunque hay algún punto en el que discrepo -y, como formador, tiro piedras contra mi propio tejado :)-. Cierto que el abandono algunas veces es significativo (aunque personalmente nunca me ha ocurrido que llegara a cancelarse el curso). Sin embargo, hay que tener en cuenta que si la gente se apunta es porque inicialmente la temática del curso es de su interés. Aunque cuenten factores externos como los que enumeras, ¿cómo es posible que un proyecto que motivaba se convierta en una carga? Enganchar a los asistentes a un curso puede no ser fácil, pero si hay una deserción masiva habría que buscar la responsabilidad más bien en el formador y en la planificación (que no siempre es tan "al detalle" ni mucho menos, desgraciadamente) antes que en los asistentes.
Y si lo que les frena realmente es que prefieren estar en su casa, el e-learning puede ser una opción a tener en cuenta.
Juan, yo he trabajado en Formación una buena temporada y excepto en un par de casos nunca he visto abandonos masivos y en ambos casos fue culpa principalmente del instructor.
Creo que en los casos en los que la formación redunda fundamentalmente en el empleado y que son de asistencia voluntaria se debería exigir un compromiso, incluyendo incluso una fianza a devolver tras el aprovechamiento del curso. La medida no será popular pero la gente se lo tomará mucho más en serio.
JM
Estando en ambos bandos, he visto desertores y propiciadores de la deserción, y por eso creo que las causas son complejan y enteramente dependientes de la combinación de varios factores por lo que no pienso que la culpa sea atribuible a alguien en particular.
Mucho tiene que ver el formador, pero también las expectativas del curso que a la final es lo que más cuenta independientemente del tema, pues una cosa es imaginar el curso y luego cómo será.
Así que hay que sopesar todas las variables.
SM
Coincido en algunos de los puntos que se exponen aquí. No obstante también es cierto que parte de las respuestas están en el propio artículo.
Buena parte del problema está en la definición de las necesidades y de la formación del grupo. Si no hay un buen diseño será muy difícil que el resto sea satisfactorio. Los planes pueden fallar simplemente porque los requerimientos que se pasan en el encargo a los formadores simplemente no corresponden con necesidades reales ni realistas.
A partir de ahí, si se está optando por una formación subvencionada o no puede marcar el ritmo y resultado.
No son iguales en tanto en cuanto sus dinámicas de funcionamiento, requerimientos, exigencias, horarios no tienen nada que ver y repercuten directamente en el rendimiento, entre otros factores.
No hay que olvidarse del formador, ni de los alumnos. Hay malos formadores igual que hay personas que no tienen ningún interés en aprender.
Hola DeFormador,
Gracias por pasarte y participar en mi blog.
Lo que tu comentas también hay que tenerlo en cuenta. Muchas veces los alumnos pueden tener mucho interés en una acción formativa y poco a poco ir descolgándose de la misma por diferentes causas que influyen a la vez en relación a todo un poco.
Esta claro que para las personas con excesivas cargas familiares o de otro tipo la formación más adecuada es el e-learning para llevar su propio ritmo desde sus casas.
También soy consciente de que si se produce un abandono masivo hay algo más que motiva esto y no es sólo por lo que comento. Los formadores debemos saber enganchar a los alumnos poco a poco para que siempre tengan interés y curiosidad por seguir adentrándose en materia. La planificación también es fundamental.
Saludos,
Hola JM,
Yo también me he dedico una buena temporada a la formación y los abandonos masivos son raros y suelen ser motivados por varias causas entre la que se encuentra la que comentas.
Luego en las formaciones de las cuales se benefician los trabajadores y a las cuales es voluntario el apuntarse hay que exigirle un compromiso para que garanticen su asistencia y finalización del curso. Dejar una pequeña fianza a devolver a la finalización de la formación o el entregar un pequeño obsequio a los que la finalicen también suele funcionar.
Por otro parte, funciona muy bien penalizar a los trabajadores que dejen de ir con no poder acogerse a formaciones durante un medio o largo plazo para que vean que sus acciones conllevan consecuencias.
Saludos,
Hola SM,
Yo también he estado en ambos lados y soy consciente de los que comentas. Para desertar o incentivar a la deserción influyen muchas variables en conjunto sin poder responsabilizar de las mismas a alguien o algo en particular, porque es un cúmulo de causas en cadena.
El formador influye, sin embargo, las expectativas de cada alumno son claves porque una cosa es lo que imaginen o esperen y otra muy distinta con lo que se encuentre en realidad. Así que para evitar decepciones es muy recomendable mirarse el temario en profundidad antes de apuntaros y ver si es lo que necesitáis o buscáis. No se puede dar nada por hecho.
Saludos,
Hola Agustín,
Gracias por pasarte y participar en mi blog.
En efecto, todo lo que comentas tu hay que tenerlo muy en cuenta porque de todo ello va a depender que se enganche al alumnado o no. Los distintos tipos de formaciones llevan un ritmo distinto y eso influye.
Luego das una clave que es el error en los requerimientos que pasan los demandantes de la formación y lo que en realidad necesitan porque muchas veces no coinciden. Esta claro que aquí los formadores no tienen la culpa porque preparan los que les piden. Aunque si que es cierto que deben asegurarse antes de hacer nada de que han entendido lo que querían transmitirles. Hay que adaptarse íntegramente a los clientes.
Igualmente a nivel de formadores y alumnado hay de todo y nunca se puede hacer una generalización categórica.
Saludos,
Gracias a ti por este estupendo blog, que sigo desde hace ya algún tiempo :)
Coincido, cómo no, con los matices expuestos. Más de una vez me ha tocado una audiencia apática, desmotivada, que incluso no sabía ni de qué iba el curso. Sin embargo, creo que ante un formador con tablas y buen hacer, es difícil que se produzca una desbandada, incluso si el contenido del curso lo merece. Al fin y al cabo, preparar una acción formativa también implica enterarse de quiénes la van a recibir y prever (y conjurar) este tipo de situaciones tomándose el esfuerzo de adaptar el contenido. Claro que la cantidad y calidad de la información que le llegue al formador en este sentido es clave.
Vamos, que veo difícil un fracaso total si no se juntan los tres factores (desmotivación, mala planificación y coordinación, y un formador pillado con el pie cambiado).
Hola DeFormador,
Me alegro que te guste mi blog. La verdad que sois vosotros mis lectores y comentaristas los que hacéis que día a día tenga ganas de continuar esta labor que tanto me agrada hacer.
Esta claro que un formador con tablas tiene muchas ventajas de éxito sobre uno novato como es lógico porque la experiencia es un grado. Aun así la confianza de los veteranos muchas veces es su peor enemigo y alumnos rebeldes y desmotivadotes les creen bastantes apuros. Incluso pueden conseguir en más de una ocasión desestabilizar el grupo. Así que nunca se puede bajar la guardia porque el formador siempre tiene que tener el control aunque de acara al exterior no queremos que se note.
También es cierto que para que una formación sea un absoluto fracaso deben conjugarse muchos factores a la vez como los que comentas.
Saludos,
Hola Juan, felicidades a ti por tu blog. Seguro que te cuesta grandes esfuerzos mantenerlo en este nivel de calidad.
Creo que algún día se debería hablar abiertamente de la realidad de buena parte de la formación "subvencionada" y me refiero a contratos programa sectoriales, intersectoriales, para trabajadores o para personas en paro. Obviamente no se puede generalizar, ni mucho menos, pero sus características y realidad dejan mucho que desear en cuanto a la efectividad de la formación si no se realiza adecuadamente. Y me refiero a los abandonos, controles de firma, márgenes económicos, plazos de ejecución, modadalidades, etc.
Eso quiere decir que llegado el caso puede impactar muy directamente en el resultado y ni con buenos formadores se salva la situación.
Un abrazo y de nuevo, enhorabuena por tu labor.
Agustí: precisamente en la formación subvencionada es donde más pesa el papel del formador, creo yo. Efectivamente la planificación y la selección de asistentes a los cursos suele dejar bastante que desear, pero tengo la sensación de que son un excelente campo de pruebas para un formador. Ahí es donde un buen profesional marca la diferencia entre un bodrio de curso y otro en el que, aunque los contenidos puedan ser muy mejorables, los participantes aprenden y se van con buen sabor de boca.
Casi debería ser obligatorio para todos los formadores enfrentarse a esa situación cada cierto tiempo para ponerse verdaderamente a prueba (y para rebajar ese exceso de confianza del que habla JM) :)
Perdón por el off-topic, que esto se aleja ya bastante del tema de la entrada...
Hola Agustín,
Lo de la formación subvencionada es un cajón sin fondo que tendría que estar mucho mas regulado y controlado para evitar abusos primando la calidad de las formaciones que muchas veces dejan que desear bastante sin poder generalizar.
Tendrían que hacerse mucho más específicos ajustándose a las necesidades de los asistentes y otras muchas cosas, que no pueden salvarse solamente con un magnifico formador que tenga muchas tablas.
Saludos y gracias por tus ánimos.
Hola DeFormador,
En las formaciones subvencionadas lo peor la planificación y la selección de los asistentes porque podemos tener grupos heterogéneos que no se saben por donde coger. Esta claro que el formador preparado se adaptara y se centrara en lo principal que es el aprendizaje de los alumnos lo único que estará limitado por el tiempo planificado.
Lo único es que a uno aquí se el queda mal sabor de boca porque tu labor hubiese sido mucho mejor si los otros factores también hubiesen acompañado. Se debe de controlar más los requisitos de admisión para hacer grupos homogéneos con los que poder trabajar mucho mejor.
De todas formas aquí estamos abriendo nuevos temas sobre formación que intentare abordar en próximos post. Gracias por amenizar el tema y aportar nuevos temas.
Me ha gustado mucho el artículo, como alumna, de hace muy poquito de un curso de informática estuve a punto de dejarlo no por mí sino por el formador, pues no estaba lo suficiente cualificado e incluso se saltó un módulo de la programación porque no sabía darlo.
Hola Ailem,
Me alegro que te parezca interesante este post.
Hay veces que pasa esto que comentas que el profesor sabe mucho menos que los alumnos o que no domina toda la materia a impartir y es algo que hace quedar muy mal al centro organizador. Porque la gente que se apunta a un curso es para aprender y no para pasar el rato.
Saludos,
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